Qué duda cabe que en lo últimos años, las franquicias y su expansión han vivido y siguen viviendo un momento especialmente dorado. Son ideas atractivas con estructuras sólidas y ventas demostrables. Son negocios con solvencia, con una visión definida y perfiles de cliente sin fisuras. Son negocios que empiezan con lo que algunos tardan un par de años en detectar. Y eso los hace atractivos e imbatibles como empresas con futuro. Muy bien. Hasta ahí las buenas noticias. Las malas (o mejor dicho) las no tan buenas, es que eso no es todo. Eso es una parte. Muy importante, claro. Pero no lo único. ¿Y la marca? Sí, la marca. El espíritu de la franquicia y de todo negocio. Su personalidad pública. Aquello que perciben y creen e interiorizan los clientes, lo que hace que empaticen, crean, repitan y recomienden.
Quizás parezca de perogrullo pero sin marca, no vamos a ningún sitio. Sin percepción, sin crear lazos emocionales más allá de los meramente comerciales un negocio puede subsistir. Pero una franquicia jamás. ¿Por qué? Porque el cómo se percibe la marca es lo que la hace atractiva para invertir en ella. En la Rosa les gusta llamarlo con una frase: “A la inversión por la emoción”.
Directo, real. Ese es el objetivo en La Rosa.
Crear marcas que serán franquicias. Pensar, establecer y alimentar la imagen y la personalidad que luego se replicará en decenas, cientos o incluso miles de territorios y establecimientos. Y seguirá manteniendo la personalidad original. Un verdadero reto, cierto, pero también el complemento ideal de un plan de negocio sólido. Diseño de marca, colores, logotipo, web, redes sociales, blog, folletos, publicidad en Tv, en radio e incluso el interiorismo de las tiendas. De cada una de ellas. Del rótulo a las servilletas. No hay detalle que olvidar. NO hay momento que perder. Es cuestión de números. Y ellos en cuestión de números lo ponen fácil. Puedes empezar por estos, y luego ya verás: 629 27 52 62.